jueves, 1 de julio de 2010

jueves, 24 de junio de 2010

No hagas cosas buenas que parecen malas

Era una noche perfecta de Ciudad de México. Salí de la oficina temprano y el tráfico no era demasiado malo. Ningún semáforo me detuvo en el camino y encontré un lugar perfecto para estacionarme; llegué a casa silbando y saludé de lejos a la ancianita del departamento de junto. Me hice de cenar, me serví un vaso de agua y me fui a acostar temprano.

Muy, bien. Esa fue la versión censurada.

La verdad es que sí fue una noche perfecta de Ciudad de México. Salí de la oficina temprano, porque aunque tenía trabajo, me dio flojera y cuando mi jefe se distrajo me hice el occiso. El tráfico no fue demasiado malo porque nadie me cacho pasándome los altos. El lugar perfecto para estacionarme: la entrada de un vecino que me cae mal; que se aguante si no lo dejo sacar su coche. Entré a mi caza silbándole una rítmica mentada. Y a la ancianita del departamento de junto la saludé de lejos, porque si no, me pide que la ayude a sacar la basura y me choca. Me hice de cenar unos cacahuates japoneses con miguelito y me serví un vaso de agua… quina. Con mucho vodka. Me fui a acostar temprano. Como a las seis de la mañana.

Como cualquiera, prefiero la primera versión. Es más mexicana. Porque es muy de mexicano que lo que dices y lo que haces no concuerde. Pero ojalá no fuera así.

“No hagas cosas buenas que parecen malas” me decía mi abuelita. Aunque ella también era re-mustia, porque ni la finta del agua quina aplicaba la muy Dios la tenga en su gloria. Pero el consejo tenía un cierto sentido. Y es que al paisano le encanta hacer cosas buenas que parecen malas. Yo sé que cuando un poli me pregunta si no lo quiero arreglar de otra manera, él está preocupado por mi bien estar y quiere ahorrarme un tortuoso trámite, pero ¿o no que suena a otra cosa? Y ¿cuándo fue la última vez que le dijiste a alguien “a ver cuándo nos tomamos un cafecito” realmente queriendo decir eso? O ¿Qué tal cuándo te dicen en el metro que te podrían asaltar pero mejor sólo te piden un dinero? Ni siquiera merecen un comentario sarcástico.

Podremos frasearlo como sea, pero mientras hagamos cosas buenas que parecen malas, cosas malas que parecen buenas, cosas malas que parecen malas y cosas malas a secas, todo seguirá siempre igual. Y la solución tampoco es el vale madres, la franqueza descarada. Las cosas buenas que parecen malas son mustiedad. Y las cosas malas que parecen malas son cinismo. La solución es clara. A ver si ya empezamos a enseñarle a nuestros niños la idea básica, y pónganme atención que aquí se pone elevado el asunto, qué tal si les enseñamos: “no hagas cosas malas”. Se oye lindo ¿no?

Asalto